La ciudad y la globalización. Apuntes para una teoría materialista de la ciudad
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Palabra(s) clave:
Filosofía materialista de la ciudad, globalización, libertad, Estado
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La Ciberpolis, la Telépolis, la Ciudad global, no son más que metáforas hiperbólicas de un pesimismo u optimismo infernal acerca del proceso económico de la globalización que impone el desarrollo del capitalismo (el capital dos lo llama Thomas Friedman), en la medida en que aumenta la semejanza distributiva entre las ciudades. La Telépolis que tanto ha seducido a Echeverría no puede ser ciudad política porque disuelve la presencialidad material del cuerpo. En rigor es un espacio teatral, es la ciudad de los hipócritas en donde cualquiera puede representar y ejercer el papel que le convenga. Sin embargo, las ciudades políticas se imponen por la presencialidad recurrente del cuerpo como constitutivo de la persona, entendida esta no como un conjunto de actos aislados, sino como una trayectoria configurada por un proceso sistemático-histórico de construcción mediante la voluntad. "Ser ciudadano de" es una forma fenoménica de manifestarse la persona. Porque la persona se manifiesta en la ciudad de una manera definitiva, al margen de la intención particular. No podemos dominar el escenario de nuestras acciones hasta el punto de confundir, porque la trayectoria recorrida se impone en cada nueva decisión. Una ciudad es un espacio de sinceridad. Y esta sinceridad la impone la inmersión, la absorción total de nuestro cuerpo, en el espacio de la ciudad. El concepto de Telépolis (civitas coelestis spiritualis) se constituye asociado a la voluntad de representarse; el concepto de civitas terrena spiritualis se constituye asociado a la realidad de presentarse.
La Ciberpolis, la Telépolis, la Ciudad global, no son más que metáforas hiperbólicas de un pesimismo u optimismo infernal acerca del proceso económico de la globalización que impone el desarrollo del capitalismo (el capital dos lo llama Thomas Friedman), en la medida en que aumenta la semejanza distributiva entre las ciudades. La Telépolis que tanto ha seducido a Echeverría no puede ser ciudad política porque disuelve la presencialidad material del cuerpo. En rigor es un espacio teatral, es la ciudad de los hipócritas en donde cualquiera puede representar y ejercer el papel que le convenga. Sin embargo, las ciudades políticas se imponen por la presencialidad recurrente del cuerpo como constitutivo de la persona, entendida esta no como un conjunto de actos aislados, sino como una trayectoria configurada por un proceso sistemático-histórico de construcción mediante la voluntad. "Ser ciudadano de" es una forma fenoménica de manifestarse la persona. Porque la persona se manifiesta en la ciudad de una manera definitiva, al margen de la intención particular. No podemos dominar el escenario de nuestras acciones hasta el punto de confundir, porque la trayectoria recorrida se impone en cada nueva decisión. Una ciudad es un espacio de sinceridad. Y esta sinceridad la impone la inmersión, la absorción total de nuestro cuerpo, en el espacio de la ciudad. El concepto de Telépolis (civitas coelestis spiritualis) se constituye asociado a la voluntad de representarse; el concepto de civitas terrena spiritualis se constituye asociado a la realidad de presentarse.
Descripción:
Artículo encargado por la dirección de la revista de Ábaco para contribuir a este especial dedicado a la cuestión de la Ciudad, Región y Globalización.
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