Sedentarismo, vida activa y deporte: impacto sobre la salud y prevención de la obesidad
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Los beneficios de la práctica regular de actividad física se conocen desde la antigua Grecia. En el siglo XX, el avance del conocimiento científico fue enorme, empezando con los estudios de JN Morris y RS Paffenberger, que demostraron que la actividad física en el trabajo reducía la incidencia de morbilidad y mortalidad por enfermedad cardiovascular. En el estudio de los ex alumnos de Harvard, el menor riesgo se asoció a gastos semanales de 1000 a 2000 kcal realizando actividades vigorosas. Estudios posteriores en todos los grupos de edad han verificado estos resultados. Además, se ha observado que incluso actividades a intensidades moderadas aportan beneficios importantes para la salud, incluyendo una menor prevalencia de sobrepeso y obesidad a todas las edades. La tasa metabólica de oxidación de las grasas es máxima a intensidades entre el 45 y el 65% del VO2max, que se alcanzan únicamente con entrenamientos mantenidos en el tiempo, con en fin de forzar los mecanismos fisiológicos a determinadas intensidades. Toda esta evidencia científica llevó a la OMS a formular sus recomendaciones de 150 min/semana de actividad física de moderada a vigorosa (MVPA) en adultos y mayores, y de 60 min/día de MVPA en niños y adolescentes, además de entrenamiento de la fuerza y en el contexto de un estilo de vida activo. En los últimos 50 años, la actividad física laboral se ha reducido en unas 120 kcal/día, y el sedentarismo surge como un factor de riesgo adicional a la inactividad física. Aunque se han relacionado tiempos de menos 60 min de TV en adultos con menor tasa de IMC, aun es necesario profundizar en la dosis apropiada de ejercicio físico en combinación con comportamientos sedentarios en el contexto de nuestro estilo de vida moderno para prevenir la obesidad a todas las edades. Consideramos necesario un cambio de paradigma, ya que las medidas de Salud Pública no han conseguido frenar el progreso de la epidemia de la obesidad en las últimas 3 décadas. La inclusión de los científicos y profesionales del deporte, de los profesores de educación física en el equipo multidisciplinar que debería ser el responsable de trazar las líneas maestras para prevenir y frenar la epidemia de la obesidad de forma efectiva es algo imprescindible desde nuestro punto de vista.
Los beneficios de la práctica regular de actividad física se conocen desde la antigua Grecia. En el siglo XX, el avance del conocimiento científico fue enorme, empezando con los estudios de JN Morris y RS Paffenberger, que demostraron que la actividad física en el trabajo reducía la incidencia de morbilidad y mortalidad por enfermedad cardiovascular. En el estudio de los ex alumnos de Harvard, el menor riesgo se asoció a gastos semanales de 1000 a 2000 kcal realizando actividades vigorosas. Estudios posteriores en todos los grupos de edad han verificado estos resultados. Además, se ha observado que incluso actividades a intensidades moderadas aportan beneficios importantes para la salud, incluyendo una menor prevalencia de sobrepeso y obesidad a todas las edades. La tasa metabólica de oxidación de las grasas es máxima a intensidades entre el 45 y el 65% del VO2max, que se alcanzan únicamente con entrenamientos mantenidos en el tiempo, con en fin de forzar los mecanismos fisiológicos a determinadas intensidades. Toda esta evidencia científica llevó a la OMS a formular sus recomendaciones de 150 min/semana de actividad física de moderada a vigorosa (MVPA) en adultos y mayores, y de 60 min/día de MVPA en niños y adolescentes, además de entrenamiento de la fuerza y en el contexto de un estilo de vida activo. En los últimos 50 años, la actividad física laboral se ha reducido en unas 120 kcal/día, y el sedentarismo surge como un factor de riesgo adicional a la inactividad física. Aunque se han relacionado tiempos de menos 60 min de TV en adultos con menor tasa de IMC, aun es necesario profundizar en la dosis apropiada de ejercicio físico en combinación con comportamientos sedentarios en el contexto de nuestro estilo de vida moderno para prevenir la obesidad a todas las edades. Consideramos necesario un cambio de paradigma, ya que las medidas de Salud Pública no han conseguido frenar el progreso de la epidemia de la obesidad en las últimas 3 décadas. La inclusión de los científicos y profesionales del deporte, de los profesores de educación física en el equipo multidisciplinar que debería ser el responsable de trazar las líneas maestras para prevenir y frenar la epidemia de la obesidad de forma efectiva es algo imprescindible desde nuestro punto de vista.
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