El autoengaño: problemas conceptuales. Examen crítico de algunas teorías recientes
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Aunque estamos totalmente familiarizados con el autoengaño, en el momento en que intentamos estudiar teóricamente el concepto surgen las primeras dificultades. Al observarlo bajo el modelo de engaño interpersonal aparecen diversos problemas, entre los cuales, las paradojas estática y dinámica son los más espinosos. Según la primera, cuando alguien se autoengaña, sabe o cree que p y se induce la creencia falsa de que no-p. En algún momento, posee ambas creencias cuyos contenidos son contradictorios. Según la segunda, para lograr el autoengaño, el sujeto ha de diseñar una estrategia más o menos compleja que conoce como engañador, pero de la que no puede estar al tanto como engañado. A partir de la segunda mitad del siglo pasado, este asunto suscitó un amplísimo debate. La puesta en cuestión de la autoridad de primera persona y del método de la introspección como fuente de evidencia, tanto por parte del psicoanálisis como del conductismo, reavivó la disputa acerca de cómo es que un sujeto puede engañarse a sí mismo. El inconsciente freudiano, por ejemplo, parecía posibilitar que un sujeto tuviese cogniciones inconsistentes y realizase maniobras defensivas que le fuesen desconocidas. Analizamos estas ideas, la crítica sartriana a algunos postulados del psicoanálisis y, de modo especial, el debate posterior, desde los años 60 hasta nuestros días. Aunque hay bastante consenso con respecto a la imposibilidad de creer algo por las buenas, se discute si podríamos,y cómo, inducirnos creencias de modo indirecto. Tras distinguir el autoengaño de otros prejuicios cognitivos o estados de irracionalidad cercanos, hacemos un extenso análisis de las principales contribuciones al debate. Hay tres posturas principales: intencionalistas, no-intencionalistas y escépticos. Dejando a un lado estos últimos, la disputa se centra en si debemos aceptar que este proceso indirecto ha de llevarse a cabo con intención por parte del sujeto o no. Después de examinar críticamente varias teorías, he intentado mostrar por qué no encuentro ninguna de estas posturas satisfactoria y por qué parece que resultaría más prometedor abandonar la idea de que la gente se engaña a sí misma, y acudir a explicaciones alternativas y diversificadas que intentan dar cuenta de las situaciones y estados que denominamos comúnmente autoengaño por medio de fenómenos, quizá a veces irracionales, pero menos problemáticos conceptualmente, como el pensamiento desiderativo o la ceguera intelectual causada por distintas pasiones, como el temor o la angustia.
Aunque estamos totalmente familiarizados con el autoengaño, en el momento en que intentamos estudiar teóricamente el concepto surgen las primeras dificultades. Al observarlo bajo el modelo de engaño interpersonal aparecen diversos problemas, entre los cuales, las paradojas estática y dinámica son los más espinosos. Según la primera, cuando alguien se autoengaña, sabe o cree que p y se induce la creencia falsa de que no-p. En algún momento, posee ambas creencias cuyos contenidos son contradictorios. Según la segunda, para lograr el autoengaño, el sujeto ha de diseñar una estrategia más o menos compleja que conoce como engañador, pero de la que no puede estar al tanto como engañado. A partir de la segunda mitad del siglo pasado, este asunto suscitó un amplísimo debate. La puesta en cuestión de la autoridad de primera persona y del método de la introspección como fuente de evidencia, tanto por parte del psicoanálisis como del conductismo, reavivó la disputa acerca de cómo es que un sujeto puede engañarse a sí mismo. El inconsciente freudiano, por ejemplo, parecía posibilitar que un sujeto tuviese cogniciones inconsistentes y realizase maniobras defensivas que le fuesen desconocidas. Analizamos estas ideas, la crítica sartriana a algunos postulados del psicoanálisis y, de modo especial, el debate posterior, desde los años 60 hasta nuestros días. Aunque hay bastante consenso con respecto a la imposibilidad de creer algo por las buenas, se discute si podríamos,y cómo, inducirnos creencias de modo indirecto. Tras distinguir el autoengaño de otros prejuicios cognitivos o estados de irracionalidad cercanos, hacemos un extenso análisis de las principales contribuciones al debate. Hay tres posturas principales: intencionalistas, no-intencionalistas y escépticos. Dejando a un lado estos últimos, la disputa se centra en si debemos aceptar que este proceso indirecto ha de llevarse a cabo con intención por parte del sujeto o no. Después de examinar críticamente varias teorías, he intentado mostrar por qué no encuentro ninguna de estas posturas satisfactoria y por qué parece que resultaría más prometedor abandonar la idea de que la gente se engaña a sí misma, y acudir a explicaciones alternativas y diversificadas que intentan dar cuenta de las situaciones y estados que denominamos comúnmente autoengaño por medio de fenómenos, quizá a veces irracionales, pero menos problemáticos conceptualmente, como el pensamiento desiderativo o la ceguera intelectual causada por distintas pasiones, como el temor o la angustia.
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Notas Locales:
Tesis 2009-131
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