Cultura material y vida cotidiana etnohistoria de la cuenca alta-media del Sella: Ponga, Amieva y Cangas de Onís (1880-1950)
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Palabra(s) clave:
Historia contemporánea
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Resumen:
La cultura material con la que convive cualquier grupo humano es un reflejo de su estatus social y de su vida cotidiana. Las personas se rodean necesariamente de objetos y herramientas en función de la actividad que realizan para asegurar su supervivencia. Esos objetos no sólo hablan de lo material, sino que son el testimonio de una forma de estar en el mundo de los que los han fabricado y los han utilizado. Lo inmaterial está también reflejado en cada uno de ellos, en cada diseño y en el material y el proceso con los que han sido fabricados. Ese proceso implica unos conocimientos tradicionales transmitidos oralmente de generación en generación. En la cuenca alta-media del Sella, como en cualquier otro lugar del mundo, la sociedad preindustrial utilizó lo que le ofrecía la naturaleza de su entorno, mostrando una perfecta adaptación al medio por parte de sus habitantes. Era un entorno hostil: la alta y escarpada montaña, y los frondosos bosques, dejaban escasos espacios cultivables en el fondo de los valles, y la nieve durante el invierno, obligó a personas y animales a desplazamientos anuales de radio corto. Todo ello implicó aprovechar al máximo hasta el más mínimo recurso, practicándose mayoritariamente una economía mixta agrícola y ganadera casi totalmente de autoabastecimiento, aunque no faltaron actividades complementarias, como la artesanía, la arriería, la venta de algunos productos, o trabajos eventuales que ayudaban a completar la economía familiar. Ese entorno hizo que para el trabajo se utilizase una tecnología concreta y no otra, una tecnología que utilizó las materias primas autóctonas, y que sobreviviría en la mayor parte del territorio a la primera mitad del siglo XX. Del mismo modo, las edificaciones en las que vivían los campesinos y se guarecían los animales, y las que se utilizaban para almacenar los productos cultivados y recolectados, conservaron una personalidad propia mientras resultaron útiles a aquellas formas de vida. En ese mismo entorno, las personas fueron entretejiendo múltiples relaciones de todo tipo, familiares, vecinales, y con el poder local, regional y nacional, asociándose en diferentes formas para defender sus intereses, y en algunos casos, manteniendo instituciones heredadas del pasado cuando la modernidad ya había llegado. Las personas también se relacionaban alrededor de ciertos ritos y festividades que se celebraban a lo largo del año reforzando la identidad del grupo. Todo ello comenzó a decaer poco a poco en la segunda mitad del pasado siglo, en un proceso que sigue haciendo desaparecer los últimos vestigios y los últimos informantes conocedores de aquellos tiempos y de aquella forma de vida. En este trabajo se intenta recoger algo de aquel mundo.
La cultura material con la que convive cualquier grupo humano es un reflejo de su estatus social y de su vida cotidiana. Las personas se rodean necesariamente de objetos y herramientas en función de la actividad que realizan para asegurar su supervivencia. Esos objetos no sólo hablan de lo material, sino que son el testimonio de una forma de estar en el mundo de los que los han fabricado y los han utilizado. Lo inmaterial está también reflejado en cada uno de ellos, en cada diseño y en el material y el proceso con los que han sido fabricados. Ese proceso implica unos conocimientos tradicionales transmitidos oralmente de generación en generación. En la cuenca alta-media del Sella, como en cualquier otro lugar del mundo, la sociedad preindustrial utilizó lo que le ofrecía la naturaleza de su entorno, mostrando una perfecta adaptación al medio por parte de sus habitantes. Era un entorno hostil: la alta y escarpada montaña, y los frondosos bosques, dejaban escasos espacios cultivables en el fondo de los valles, y la nieve durante el invierno, obligó a personas y animales a desplazamientos anuales de radio corto. Todo ello implicó aprovechar al máximo hasta el más mínimo recurso, practicándose mayoritariamente una economía mixta agrícola y ganadera casi totalmente de autoabastecimiento, aunque no faltaron actividades complementarias, como la artesanía, la arriería, la venta de algunos productos, o trabajos eventuales que ayudaban a completar la economía familiar. Ese entorno hizo que para el trabajo se utilizase una tecnología concreta y no otra, una tecnología que utilizó las materias primas autóctonas, y que sobreviviría en la mayor parte del territorio a la primera mitad del siglo XX. Del mismo modo, las edificaciones en las que vivían los campesinos y se guarecían los animales, y las que se utilizaban para almacenar los productos cultivados y recolectados, conservaron una personalidad propia mientras resultaron útiles a aquellas formas de vida. En ese mismo entorno, las personas fueron entretejiendo múltiples relaciones de todo tipo, familiares, vecinales, y con el poder local, regional y nacional, asociándose en diferentes formas para defender sus intereses, y en algunos casos, manteniendo instituciones heredadas del pasado cuando la modernidad ya había llegado. Las personas también se relacionaban alrededor de ciertos ritos y festividades que se celebraban a lo largo del año reforzando la identidad del grupo. Todo ello comenzó a decaer poco a poco en la segunda mitad del pasado siglo, en un proceso que sigue haciendo desaparecer los últimos vestigios y los últimos informantes conocedores de aquellos tiempos y de aquella forma de vida. En este trabajo se intenta recoger algo de aquel mundo.
Notas Locales:
DT(SE) 2016-058
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