Fundamentando las celebraciones escolares como iconos culturales, más allá del pasatiempo y el folklorismo banal.

Abstract

En las sociedades occidentales como la nuestra existen una serie de celebraciones cíclicas, con variantes según países y regiones, que forman parte del calendario anual. Estas festividades tienen un origen histórico, más o menos claro, y han sufrido modificaciones y adaptaciones a lo largo del tiempo. Su mera existencia y supervivencia determina la relevancia que dichas celebraciones tienen para un grupo de personas, con un gran peso antropológico (Bollnow, 1989), y su potencial como transmisores identitarios (Toro-Pérez y Parra Monserrat, 2022). Por tanto, estas festividades presentan connotaciones identitarias para la sociedad que las festeja y forman parte de su acervo patrimonial. Son, por este motivo, iconos culturales cuya importancia es tal que su celebración se traslada también a los centros escolares para asegurar su supervivencia entre las generaciones futuras. Arraigadas en las escuelas, las celebraciones escolares, según algunos autores como Niemi y Hotulainen (2016), pueden contribuir al sentido de pertenencia escolar de los estudiantes, entendido este como la conexión que las personas sienten con los demás miembros de su comunidad escolar (Cemalcilar, 2010), mejorando la interacción entre estudiantes y docentes y generando sentimientos positivos en los estudiantes sobre su comunidad escolar.